domingo, 27 de noviembre de 2011

Bar Británico: Café junto a Sábato

En una esquina, frente a la inmensidad del Parque Lezama en San Telmo, se encuentra el Bar Británico. 




Conocemos su singular historia. En 2006, quisieron cerrarlo ante la mirada de un barrio que creció con la mítica esquina en sus entrañas. Sus antiguos dueños, los propietarios españoles que decidieron darle ese nombre ya que allí se reunían muchos ex combatientes ingleses de la primera guerra mundial, eran desalojados. Unos meses después fue reabierto, luego de miles de firmas de vecinos, de muchas lágrimas derramadas por el corazón de Brasil y Defensa.




Hoy su alma sigue intacta. Su fachada y su interior hablan de sus años de café-bar de barrio. ¿Quiénes serán aquellos que se encuentran el as fotos viejas de sus paredes? ¿Cuántas historias del barrio, de amores, de guerra, de familias habrán escuchado esas mesas?




Justo cuando nos vamos a sentar en una mesa frente a la barra, descubrimos una solitaria junto a la ventana. Tiene el ángulo perfecto de visión al Parque Lezama, a las cuatro esquinas del barrio de San Telmo, a sus vecinos, a la murga que emprende el camino de vuelta y al resto de bar. 




Cuando el mozo se acerca, para tomar el pedido, descubrimos el porque de tanta magia: "En esta mesa se sentaba Sábato a escribir" nos revela.  Sin pensarlo mucho, pedimos un café con leche, un submarino y totadas para dos. El café vino acompañado con un jugo de naranja exprimido. fueron un buen complemento para las totadas grandes con queso fundido y mermelada.





Boquiabiertos pensamos en la cantidad de pensamientos que esa misma mesa, donde estábamos sentados, fue única espectadora. Fue la mesa de las avant-première de las historias de Sábato.


Fué una espera interminable. No sé cuanto tiempo pasó en los relojes, de ese tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera de una muerte. Pero de mi propio tiempo fué una cantidad inmensa y complicada, lleno de cosas y vueltas atrás, un río oscuro y tumultuoso a veces, y a veces extrañamente calmo y casi mar inmóvil y perpetuo donde María y yo estábamos frente a frente contemplándonos estáticamente, y otras veces volvía a ser río y nos arrastraba como en un sueño a tiempos de infancia y yo la veía correr desenfrenadamente en su caballo, con los cabellos al viento y los ojos alucinados, y yo me veía en mi pueblo del sur, en mi pieza de enfermo, con la cara pegada al vidrio de la ventana, mirando la nieve con ojos también alucinados." (El Tunel, fragmento)



¿Lo habrá escrito en esta mesa? ¿Mientras miraba el reloj de la barra o los ojos de la chica que leía en una mesa frente a él? ¿O en una tarde de invierno, que siempre llaman a la nostalgia, tomando un cortado? No podemos saberlo, solamente sentimos su magia en esa mesa del Bar Británico.