domingo, 6 de noviembre de 2011

Café El Gato Negro: Festín para los sentidos

Perdido entre teatros y librerías de la gran calle Corrientes, asoma "El Gato Negro" con su hermoso moño rojo.

La vidriera es una invitación: muestras de miles de especias en un decorado de señores tomando el café ritual después del almuerzo.
Pero la invitación no detalla el gran festín que siente el olfato al ingresar.
Miles de aromas: pimienta, curry, chocolate y orégano. Miles de sabores conocidos y por conocer: pimentón, tomillo, romero, mostaza y mosqueta golpean nuestras narices.

La vista también se deleita. El local funciona desde 1927 como almacén de especias y aromáticas. En su pequeño salón, hoy se encuentran las mesas junto a antiguas estanterías almacén y frascos de vidrio y lata.
Pedimos un café especial (con jengibre, miel y canela) y un té de vainilla y canela, acompañados de una exquisito cuadrado de ricota.




El paladar también se cautiva y el gusto entra a la fiesta de los sentidos. El café especial se destaca por el equilibrio de sus sabores: la miel y canela endulzan el café sin necesidad de azúcar, y el jengibre da el toque especial sobre los últimos tragos.

La carta es pequeña pero variada de tés e infusiones gourmet junto a cafés especiales de la casa, budines y tortas. Disfrutamos la mezcla, la fiesta de aromas y olores. jugamos a quitarles las máscaras y descubrir a cada uno en soledad. Tarea imposible, se sienten a gusto en su mezcla dentro de "El Gato Negro".



Antes de irnos compramos algunas bolsitas de especias surtidas. El tacto, que no entró en el festín, se sentirá a gusto cocinando al volver a casa.




Café Amada: Cruzando el charco


Fin de semana de escapada a Colonia del Sacramento, Uruguay. No pudimos evitar buscar un buen lugar donde tomar café.

El rústico adoquinado nos lleva a las puertas de Amada, frente a las plantas de antiguas casas coloniales, se destaca por su delicada belleza. Flores rosas y una hermosa Santa Rita salen a recibir a quién llega en una vereda con pequeñas mesitas.

Al cruzar la puerta sentimos ingresar a una pequeña y antigua casa de muñecas en toda su "rosadez". Un sinfín de detalles delicados y tan  femeninos sorprenden nuestra mirada: floreritos de colores, vasos de diferentes colores y formas, la carta de estilo pin up, sombreros y tocados junto a un espejo en el recibidor.



Rodeados de esta ambientación no nos sorprenden las delicadas tazas de porcelana del café pintadas con flores rosas. El café no se destaca pero cumple con el pedido: un café chico y un cortado para relajarnos luego de un suculento almuerzo colonial. Completan la carta de Amanda, pequeños sándwiches y tentempiés, además de un surtido de postres y meriendas, entre los que se destacan los scons con mermelada casera.



Es difícil salir del ensueño floreado y rosado. Cada detalle endulza aún más la pequeña taza de café: manteles de colores pasteles, una antigua máquina de coser, ovillos de lana y la delicada presentación de la cocina.


Seguimos nuestro recorrido por Colonia y su casco histórico. El aroma del café, esta vez, nos dejó un sabor de dulce en flor.