La vidriera es una invitación: muestras de miles de especias en un decorado de señores tomando el café ritual después del almuerzo.
Pero la invitación no detalla el gran festín que siente el olfato al ingresar.
Miles de aromas: pimienta, curry, chocolate y orégano. Miles de sabores conocidos y por conocer: pimentón, tomillo, romero, mostaza y mosqueta golpean nuestras narices.
La vista también se deleita. El local funciona desde 1927 como almacén de especias y aromáticas. En su pequeño salón, hoy se encuentran las mesas junto a antiguas estanterías almacén y frascos de vidrio y lata.
Pedimos un café especial (con jengibre, miel y canela) y un té de vainilla y canela, acompañados de una exquisito cuadrado de ricota.
El paladar también se cautiva y el gusto entra a la fiesta de los sentidos. El café especial se destaca por el equilibrio de sus sabores: la miel y canela endulzan el café sin necesidad de azúcar, y el jengibre da el toque especial sobre los últimos tragos.
La carta es pequeña pero variada de tés e infusiones gourmet junto a cafés especiales de la casa, budines y tortas. Disfrutamos la mezcla, la fiesta de aromas y olores. jugamos a quitarles las máscaras y descubrir a cada uno en soledad. Tarea imposible, se sienten a gusto en su mezcla dentro de "El Gato Negro".
Antes de irnos compramos algunas bolsitas de especias surtidas. El tacto, que no entró en el festín, se sentirá a gusto cocinando al volver a casa.
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