martes, 30 de agosto de 2011

Adiós al Café Richmond



No sólo le decimos adiós a un nombre de la tradición porteña.
No sólo le dijeron adiós a sus 50 empleados históricos.
No sólo le decimos adiós a su cafecito después del teatro.
No sólo le decimos adiós a las grandes personalidades que por allí frecuentaban.
No sólo le decimos adiós a su salón de espejos.

Le decimos adiós a un pedacito de historia.



Coco y Davidson



martes, 16 de agosto de 2011

Café Bar Plaza Dorrego: Amores de Cafetín


De sólo entrar en San Telmo ya sentimos la historia del barrio. La respiramos en sus pequeñas calles de adoquín, los mercados de pulgas, su gente y su Plaza Dorrego. Justo ahí, frente a los artesanos, Café Bar Plaza Dorrego nos invita a vivir el barrio en una taza de café.

Cada detalle del edificio tiene una historia escondida. Sus paredes talladas por los visitantes, las vitrinas forradas de viejas botellas y los cajones-alacena que anuncian en el vidrio pintado los ingredientes del menú nos transportan de a poco a otra época. ¿Eso habrá sentido Marty Mcfly en el DeLorean?


Las sensaciones son extrañas. Hay algo en el ambiente que nos esconde historias de amores prestados, de encuentros furtivos y, a la vez, tan atemporales que quedaron grabados en cada pedacito del café. Las mesas, el mostrador y los revestimientos de las paredes están completamente tallados de nombres, de historias y vidas que pasaron por ahí.


El amor por íconos nacionales, de época y anacrónicos como todo allí, decoran las partes de paredes que no fueron talladas. Niní Marshall, Carlos Gardel "El Zorzal de Buenos Aires" y Minguito, no desentonan con la gigantografía (ya sepia) de Marilyn.


El propio menú nos sigue hablando de alguien que está de paso y con el tiempo prestado. A las variedades de café y tragos lo completan algunas minutas. Pedimos café con leche con tostadas para dos. No era cuestión de desentonar con tantas parejas que habrán ocupado ese mismo lugar junto a la ventana. Nos encotramos con tostadas como las de casa y una taza inmensa de café con leche que las acompaña de forma maravilosa. En pocos lugares se puede tomar un café con leche de esas dimensiones.



Mientras armamos las totadas con manteca no podemos evitar leer los nombres. Imaginamos las historias, recreamos los rostros de aquellos que los grabaron. Nos preguntarnos el por qué, quién habrá comenzado, cómo el dueño lo permitió.


Miramos a quienes nos rodean, además de los frecuentes turistas que son el sonido ambiente del lugar, todos parecen pensar lo mismo mientras pasan el dedo por el tallado de la mesa.


Al parecer, hay lugar para todos en la máquina del tiempo de Café Plaza Dorrego.